El rostro oculto de las comunidades tech de Medellín 

Los colectivos llevan hoy la batuta de la formación en tecnología en el Aburrá, pero ¿dónde encontrarlos?

Dar con los programadores y desarrolladores del Valle de Aburrá no es fácil, y la tarea resulta todavía más compleja cuando se les quiere encontrar reunidos. Se resguardan en comunidades o colectivos, espacios generalmente virtuales donde responden dudas específicas, aprenden y comparten conocimiento.

Aunque se reúnen, encontrarlos juntos es difícil. Hay que ser parte de una comunidad o conocer al menos a uno de sus miembros, jalar la pita y preguntarle: ¿dónde aprendiste todo esto?, ¿quién te lo enseñó?, como robando secretos. Ninguno se guarda la receta, y todos comparten la buena noticia con entusiasmo. Sin embargo, desde afuera, los colectivos parecen blindados. Es fácil notar que no se hace parte. 

No son pocos los que estudian y trabajan en programación y desarrollo de software en Medellín. Para 2020 Ruta N tenía identificadas al menos 40 comunidades activas con cerca de 90 líderes pero ¿dónde están?, ¿dónde se reúnen? Código Abierto es una iniciativa de la Fundación Eledé para formar jóvenes como desarrolladores full stack, es decir, profesionales en la programación tanto visual como lógica de sitios web y aplicaciones y que manejan distintos sistemas operativos y lenguajes. Un perfil híbrido que permite ejercer las dos facetas del desarrollo, y que la iniciativa promete formar en máximo ocho meses de manera virtual y totalmente gratis. 

Código Abierto es una iniciativa de la Fundación Eledé para formar jóvenes como desarrolladores full stack, es decir, profesionales en la programación tanto visual como lógica de sitios web y aplicaciones.

40

Para 2020 Ruta N tenía identificadas 40 comunidades activas con cerca de 90 líderes.

Según Juliana Zapata, directora de operaciones de la Fundación, hay al menos 600 muchachos en procesos formativos. La gran promesa es que al finalizar los módulos de aprendizaje, queden vinculados directamente en procesos de selección laboral. Es decir, tienen trabajo asegurado. Sin embargo, el mayor reto de Código Abierto sigue siendo llamar su atención. 

¿Por qué no son más los muchachos que estudian lo Tech? 

Jacobo Giraldo tiene dieciocho años, trabaja en la Fundación Eledé y se está formando como desarrollador full stack en Código Abierto.

El país tiene un déficit entre 80 mil y 165 mil programadores, según la Federación Colombiana de la industria del Software 

Zapata dice que es un asunto del imaginario colectivo: “No tenemos una cultura digital, no creemos que sea posible. Muchos no se ven reflejados y creen que es un camino para cualquier otro, menos para ellos”. Luego cuenta la historia de una muchacha que logró un cupo en Código Abierto y cuando estaba a punto de firmar los papeles su papá le dijo “de eso tan bueno no dan tanto”, y la hizo retirar.  

Esta misma razón, la de la desconfianza, es por la que muchos de estos jóvenes optan por estudios informales, antes que por el cartón de una universidad. Temen que al terminar estudios de 4 o 5 años la recompensa sea poca. En su lugar, prefieren formarse por medio de comunidades virtuales, grupos de WhatsApp e incluso canales de Youtube. 

Resulta difícil encontrar a estos muchachos porque su interacción en estas comunidades es generalmente anónima y fugaz: solo entran si lo necesitan. Formando así una gran masa sin rostro, inidentificable, pero siempre viva.  

Jacobo Giraldo empezó a trabajar en la Fundación Eledé y al poco tiempo pasó a ser también un gamechanger, que es como se le llama a los que se forman en Código Abierto. Tiene dieciocho años. Lleva cinco de ocho meses de entrenamiento y nombra entre sus referentes solo comunidades virtuales en las que no conoce a nadie en persona, pero que frecuenta. 

“Yo hago parte de Coverflow, donde en realidad no he hecho la primera pregunta ni he respondido ninguna tampoco, pero consumo de lo que ya otros han preguntado. Hago parte de la comunidad de Linus Tech Tips, Nate Gentile en Youtube y de videojuegos como OverWatch, Apex y Minecraft”. Estudia en Eafit, pero se quiere cambiar a la Escuela de Ingeniería de Antioquia. Lo que sabe es que dentro de poco será desarrollador full stack y para cuando se gradúe de la universidad, dentro de varios años, ya tendrá experiencia laboral.  

80K

El país tiene un déficit entre 80 mil y 165 mil programadores.
Integrantes de Medellín Android.

Estas comunidades, según Carlos Daniel Muñoz —fundador de Medellín Android, un colectivo de programadores de software para Android en la ciudad—, “democratizan el acceso al trabajo y al conocimiento”.  

La comunidad de Medellín Android, por ejemplo, funciona mayormente a través de un grupo de WhatsApp. Allí, los cinco organizadores moderan a más de 250 participantes que preguntan, responden y comparten información de interés. Además, los cinco han tenido también una labor de reclutamiento, cuando encuentran entre los cientos de mensajes diarios algo prometedor.  

“Yo encuentro el mayor beneficio de las comunidades en tener siempre la información más actualizada, en irte nutriendo con otros de lo que está pasando hoy en cualquier parte del mundo y de manera gratuita. Lo que nosotros hacemos en la comunidad es completamente filantrópico. No cobramos nada, ni esperamos nada a cambio. Esto lo hacemos en tiempo extra de nuestro trabajo”, dice Laura de la Rosa, organizadora de Medellín Android.  

La gran promesa de todo esto podría ser que no es necesario un título formal o un grado en ingeniería o matemática. Las empresas, según asegura Juan Gabriel Gutiérrez, contratista para Pinterest en Colombia, “no pueden filtrar solo entre la gente con títulos, porque se quedarían sin talento. La demanda es tanta que lo que piden es gente que sepa hacer algo y punto”.  

En concordancia con esta idea, casi todas las comunidades funcionan de manera virtual e informal. Responden preguntas y no ofrecen títulos. Sirven en el momento de la duda y luego, un poco, desaparecen.  

Jacobo Giraldo dice de las comunidades: “No hay horarios ni una necesidad de consumo diario. Por ejemplo, yo que soy parte de Coverflow, solo entro cuando tengo una pregunta, porque es una comunidad para eso, para resolver dudas. No entro a un servidor de Discord de OverWatch si no voy a jugar. Si no tiene una utilidad en el momento para mí, no entro. Lo importante es que la comunidad permanece a pesar de esto, porque siempre habrá alguien preguntando o interactuando en ella. No depende de mí”.  

«No pueden filtrar solo entre la gente con títulos, porque se quedarían sin talento. La demanda es tanta que lo que piden es gente que sepa hacer algo y punto».

Juan Gabriel Gutiérrez, contratista para Pinterest en Colombia
Hash House es un club privado en El Poblado donde se habla de blockchain en medio de música y tragos.

Los renegados de la presencialidad 

Existen, por supuesto, los renegados. Los que no quieren que todo sea virtual y buscan, de cualquier manera, propiciar un encuentro físico al menos una vez a la semana. 

Hash House es un club privado en El Poblado donde se habla de blockchain en medio de música y tragos: “Creemos en las conexiones físicas y por eso existe este lugar. Además, en temas disruptivos y nuevos, como son las crypto y el blockchain, se necesitan círculos de confianza”, dice Oscar Bertron, socio del club.  

La puerta permanece cerrada y solo abre si se tiene una invitación o un NFT de la colección del club. Los meseros y la seguridad, todos vestidos de negro, hacen parecer que el lugar es exclusivo. Y, aunque lo es, Oscar asegura que cualquiera puede entrar.  

Los lunes ofrecen encuentros informales, es decir, cada quien busca con quien charlar y, aunque parezca increíble, en todas las mesas se habla de tecnología. Los miércoles son de educación, y se acostumbra llevar ponentes y voces autorizadas que cuenten sus historias, descubrimientos o aprendizajes en la industria blockchain. 

“Siempre que haya cupo, los que no son miembros pueden ingresar también. Si te interesa una charla, me escribes y te mando el formulario, queremos que todos puedan escuchar de lo que hablamos”, asegura Bertron.  

Este es el ambiente seguro de los muchachos tech, el sitio en el que se resguardan de las miradas recelosas de los que no entienden su conversación. Pero, más que nada, es un lugar para hacer conexiones, especialmente laborales. En esta industria todo es aprender y crecer, lo demás –los tragos, la música, la charla– es formalismo, un trámite.  

¿Por qué Medellín?  

En menos de una hora, van y vienen extranjeros. El mismo Oscar, socio de Hash House, es francés. Gringos, canadienses y argentinos se mueven por el club con la soltura de lo conocido: muchos de ellos viven en Medellín. Todo parece indicar que encontraron algo más que el carisma y la amabilidad de los paisas. Aquí hay, según dicen, potencial.  

Daniel Gómez Rico, Tech Lead de La Haus, dice que algunas empresas importantes de otros países tienen gran parte de su fuerza ingenieril aquí. Y esto no es poco, teniendo en cuenta que en muchos de los procesos de selección los colombianos compiten directamente con desarrolladores de cualquier parte del mundo.  

600

Jóvenes están en procesos de formación del programa Código Abierto de la Fundación Eledé.

Después de todo, en medio del enjambre infinito que forman los avatares, nombres de usuario y NFTs personalizados, los colectivos son en realidad la única manera de darle un rostro a lo que está pasando con la tecnología en la ciudad.

Mientras tanto, muchachos de todas las comunas, clases y oficios buscan una oportunidad, vienen a reclamar lo que tanto se les ha prometido: conocimiento rápido y gratuito y un trabajo. Todo parece indicar que las comunidades virtuales ya se lo esperaban. Están listas para atajar y sostener el boom de programadores y desarrolladores que se viene.  

Después de todo, en medio del enjambre infinito que forman los avatares, nombres de usuario y NFTs personalizados, los colectivos son en realidad la única manera de darle un rostro a lo que está pasando con la tecnología en la ciudad.

Lo que es un hecho es que en Medellín se forma algo grande, un animal rotundo que respira debajo de todos nosotros y que quizá, por ahora, no podemos ver con claridad, pero que con el tiempo irá tomando forma y lo devorará todo. 

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Historias y personajes

El código de Jacobo

Aunque parece que las comunidades no dependen de nadie, son los usuarios quienes en realidad les dan vida: esta es la historia de uno que las habita.

En búsqueda del crypto valley o la confianza de una casa

La gran promesa del mundo digital es proporcionar una seguridad implacable. Sin embargo, hay algo que solo puede construirse entre seres humanos: la confianza. En Hash House pasa algo como esto.

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