Para Jacobo Giraldo la tecnología nunca ha sido esquiva. Más bien, ha sido una sombra tan presente que, por poco, la pasa por alto. Tiene dieciocho años, trabaja en la Fundación Eledé y se está formando como desarrollador full stack en Código Abierto (con capacidad para manejar distintos sistemas operativos y lenguajes de programación), la iniciativa de la fundación para entrenar a jóvenes en tecnología.
Su acercamiento a lo digital fue, como para muchos hijos de esta generación, natural y despreocupado: “Empecé como cualquier otra persona, jugaba videojuegos, Nintendo DS, Wii, Play. Pero con las consolas uno en realidad no se acerca a la tecnología”, dice.
Tuvo que descubrir, gracias a un amigo, los juegos para computador. Esos para los que se hace necesario armar la máquina según las necesidades, cambiar la cpu, mejorar el sonido, tener más memoria RAM. Entonces supo que la tecnología venía acechándolo hacía mucho.
¿Un camino solitario?
Aunque las ocupaciones de un programador llevan quizá a un retraimiento, sería mentira decir que este es un camino solitario. Más bien, es precisamente una senda marcada por lo colaborativo. Las comunidades y colectivos se han encargado (o intentan) hacer de la tecnología un tema accesible para todos, creando así un ecosistema tan nutrido como abierto.
Jacobo nombra entre sus referentes a comunidades como Coverflow, servidores de Discord y canales de Youtube. Su experiencia ha sido, sobre todo, virtual. Sin embargo, en todas ha recibido la ayuda necesaria en el momento justo: “A estas comunidades se llega, generalmente, a resolver una necesidad. En medio de eso, puede que con algún usuario generes cercanía, puede que otro te ayude una sola vez y jamás vuelvas a ver su nombre. Pero esto no determina nada dentro de la comunidad, porque ella no depende de la disponibilidad de sus usuarios”, dice.

La comunidad es un ser vivo independiente. Y aunque muchos le dan dinamismo con sus preguntas y respuestas, no depende de nadie. Creando así la ilusión de que quien está allí quiere y necesita estarlo. Todo lo que una comunidad ofrece es benevolencia.
Este espacio virtual –y la naturaleza del oficio del desarrollador– obligan a tener siempre un estatus de aprendiz. Quien hoy es un experto en un lenguaje de programación, mañana puede estar empezando. Siempre se necesita del otro, lo que sabe, lo que tiene entre sus manos.
El oficio de imaginar
Por eso, lo verdaderamente importante en la programación no es hacer, sino entender. Jacobo lo explica así: “Como el mundo de lo digital es tan cambiante, nunca se alcanza un conocimiento completo. Siempre debes estar dispuesto a aprender. Por ejemplo, yo en este momento no puedo desarrollar completamente un videojuego, pero con los conocimientos básicos puedo ver un lenguaje, buscar el roadmap, cacharriarle y con eso entender en qué consiste lo que ese código me dice”.
La programación y el desarrollo son básicamente una gran ilusión colectiva, requieren de una capacidad extraordinaria de imaginación para ver entre los números y letras que componen un código, un mundo, una imagen.
El futuro en código
Para Jacobo es fácil hablar del futuro, dentro de unos meses será desarrollador full stack y para cuando se gradúe de la universidad como ingeniero de sistemas, ya tendrá experiencia laboral: “¿Mi proyección a cinco años? Graduarme de la universidad con un título de Ingeniería de Sistemas, tener por ahí dos o tres años de experiencia laboral en una empresa local y salir a trabajar en otra parte, a ganar en dólares, por decirlo así, a trabajar como desarrollador web”, dice.
Basta con darle una mirada a su presente para entender que sus pretensiones no son absurdas. Basta con un poco de imaginación para descifrar el código que Jacobo está construyendo.