En escasos 80 metros cuadrados, un equipo de ‘pelaos’ le da vida a la naciente industria de los videojuegos en Medellín. Detrás de la empresa desarrolladora, hay dos paisas que se le midieron a ese reto cuando todavía nadie se atrevía a crear algo así en esta ciudad.
Se encontraron en el Global Game Jam, edición 2012, un certamen que les propone a los participantes darle vida a un producto tecnológico en 48 horas. A Juan David Lopera, su papá lo llevó y le ayudó a transportar el computador, incluida la pesada torre que usaba por esos días.
Ese encuentro tenía un sabor especial para él, pues unos años atrás no lograba encontrar su lugar en el mundo. Pasó por dos facultades de ingeniería, pero ninguna lo hacía feliz. Su sueño siempre había sido fabricar un videojuego y esa fiebre le empezó desde la niñez, gracias al primer Super Nintendo que tuvo en la vida. Era visto como “el friki de la familia” y a nadie le cabía en la cabeza que renunciara a graduarse de ingeniero por dedicarse a crear muñecos. Nada de eso lo desanimó y asistió al Global Game Jam con toda la intención de mostrarle a la familia que ese sí era el camino.

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Indie Level genera más de 40 empleos directos y ya han desarrollado más 280 proyectos de manera exitosa.
En plena competencia conoció al que sería su futuro partner, Mauricio Betancourt, con quien tiempo después le dio vida a Indie Level, la empresa tecnológica que ya factura más de $2.000 millones y genera más de 40 empleos directos. Este par de gamers empezaron su camino solo con las ganas de crear videojuegos y ya han desarrollado más 280 proyectos de manera exitosa.
Gracias a emprendedores como ellos, Antioquia concentró el año pasado 211 compañías de base tecnológica y solo Bogotá lo superó en volumen (ver gráfico). De acuerdo con cifras recogidas por la firma KPMG, solo en 2021 las empresas de base tecnológica atrajeron a Colombia inversiones por US$808 millones y el sector sigue evolucionando para dar soluciones a problemas cotidianos.
Estos emprendimientos tienen una relevancia superlativa en términos de desarrollo, mucho más si se toma en cuenta el ejemplo de un país como Israel, que ha logrado compensar sus limitaciones en biorecursos respaldándose en compañías tecnológicas.
No hay que ser programador
A muchos jóvenes les asusta el universo tecnológico porque creen que es una obligación ser un genio en computadoras, al estilo Bill Gates. Sin embargo, hay experiencias que desmienten ese mito y enseñan que basta con identificar una necesidad y pensar en una solución.
Juan Pablo Triviño es el cofundador de Renttu, una plataforma que permite alquilar objetos sin uso a otras personas. Actualmente, tiene más de 55.000 usuarios y está en proceso de expansión. Lo curioso es que él no es un programador, pero supo armar un equipo con los tesos en software.
Resulta que antes de ser el gestor de este emprendimiento, Juan Pablo laboró en distintos oficios porque no contaba con los recursos para pagarse una carrera universitaria. En uno de esos empleos descubrió que le gustaba la publicidad y su primer negocio se enfocó en el servicio de los avisos comerciales.

Con esfuerzo se graduó en administración de empresas y, a raíz de la necesidad que tenía un amigo, se le ocurrió crear Renttu. Obviamente, la primera barrera de entrada a este universo de la tecnología era la programación. Pero, descubrió que el talento humano en desarrollo puede conseguirse una vez la idea de negocio está clara.
Desde su óptica, lo que en realidad hace falta a la hora de darle vida a un startup es contar con un grupo de trabajo que pueda complementarse: el programador es vital, pero también hace falta un integrante hábil en administración y otro avezado en aspectos comerciales. “Cuando arrancamos no conocíamos a nadie y empezamos a tocar puertas, pero créanme que cuando uno arranca, se va dando a conocer en muchos lugares en los que se apoya el emprendimiento acá en Medellín, por ejemplo, Ruta N”, comentó Juan Pablo.

Faltan más mujeres
Aunque la creación de startups en el país viene creciendo, hay una brecha de género notoria: de acuerdo con KPMG, el 96% de esas empresas en 2021 fueron fundadas por hombres y solo el 4% por mujeres.
Pamela Richter es una de las que ha logrado abrirse camino en este universo y es cofundadora de B2Chat, una plataforma que les ayuda a los comercios a unificar su operación a través de las redes sociales y cuenta con licencia de Facebook para esa función. Ella reconoce que todavía hay una baja participación femenina en la industria tecnológica colombiana y su diagnóstico es certero: “El gobierno ha hecho mucha bulla en convocar mujeres, pero creo también que estamos incentivando el emprendimiento tecnológico en mujeres muy grandes, cuando están empezando la universidad o terminando la carrera. Yo pienso que debemos coger a las mujeres desde el colegio”.
Lo cierto es que todos los empresarios que hablaron aquí coincidieron en que hay una oportunidad inigualable en el sector de la tecnología y subrayaron que, si usted es un joven con una idea, solo necesita disciplina para materializarla. Tocar puertas y relacionarse con otras personas del sector facilita hacer conexión con chicos que pueden tener el complemento para su emprendimiento .