¿Cómo llegó la revolución tecnológica a Medellín cuando “todo esto eran mangas”?

Pioneros de la computación y la llegada de internet cuentan cómo lograron el reto de consolidar a la ciudad como referente tecnológico del país.

Hace 60 años, serían muy pocos los que se atreverían a decir que un “computador” NCR315 —tan grande como un armario, con tan solo dos megas de almacenamiento y que corría programas almacenados en tarjetas de cartón perforadas que ejecutaban tareas en minutos en vez de milisegundos— transformaría tan profundamente a una ciudad, pasando de ser una provincia comercial a la que llegaban recuas de mulas, a un referente tecnológico de Latinoamérica. 

Sin embargo, el inicio de la llegada de la tecnología a la ciudad de la mano de los computadores, dejó entrever una necesaria alianza entre el comercio y la academia, de la que hasta hoy se beneficia la urbe. 

Así lo recuerda Jaime Tabares Mesa, quien fue decano de la Facultad de Minas, vicerrector de la sede Medellín de la Universidad Nacional y profesor de esta institución por más de 30 años, y quien indicó que la llegada de ese primer computador a la ciudad, entre 1963 y 1964, surgió de la “casualidad” de que el académico Peter Santamaría Álvarez, en ese entonces decano de Minas, era hermano del reconocido comerciante e importador de electrodomésticos Tomás Santamaría, quien importó el primer computador 

“Pero como aún no había ingenieros informáticos, los alumnos de carreras como Geología, Ingeniería Civil y de Petróleos fueron los que desde 1966 vieron las primeras clases de programación en Fortran. Estos salían motivados por esta tecnología, haciendo que lideraran procesos de incorporación de informática en las empresas paisas a las que llegaban, como Suramericana, Fabricato, Pilsen”, dice Tabares. 

Así ocurrió una primera revolución en la ciudad, convirtiéndola en la incipiente líder del campo computacional del país. Y en 1984 empezaron a verse computadores de escritorio en Medellín. 

Hace varias décadas, muchos en la ciudad descubrieron los
computadores y el internet de este modo. 
Jaime Tabares Mesa es ingeniero de la Universidad de California, Berkeley, así como ex decano de la Facultad de Minas y ex vicerrector de la sede. También trajo el programa Cisco Networking Academy a la ciudad y el país en el 2000. 

Tabares también recuerda que, aunque el desarrollo era lento, el diálogo entre las universidades públicas y privadas era (y aún lo es) muy fluido. Esto permitió que, tras la experiencia de la Nacional con sus IBM de pantalla de fósforo, la Universidad Eafit también montara su centro de computadores con equipos Radioshack. Pocos años después, en el departamento de Informática y Sistemas de Eafit surgieron varios grupos, como el de Informática Educativa, el de Inteligencia Artificial y el de Ingeniería del Conocimiento.

Entre ambas universidades se comenzaron a gestar los centros de desarrollo informático de Medellín, dando inicio a innovaciones como el Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia (CTA), que desde hace 33 años lidera la articulación entre la academia, la empresa y el Estado. 

“En ese centro se planteó otro proyecto conocido como “El Semillero”, con el que se instruía en temas tecnológicos a los estudiantes que cursaban desde sexto semestre de las universidades de Medellín para que luego replicaran lo aprendido con los maestros de los colegios, y así estos hicieran lo mismo con sus alumnos”, indicó el exdecano Tabares. 

Privados a la carga

Pese a los esfuerzos de la academia, si la llegada de computadores hubiera dependido de los entes gubernamentales de la época, todavía estaríamos atrasados, pues la burocracia y la tramitomanía no dejaban acceder a la tecnología con la velocidad a la que se expandía por todo el mundo. Por ello, el aporte de la empresa privada en la importación de estos elementos ayudó a paliar el rezago del momento. 

Uno de esos pioneros fue el ingeniero civil de la Facultad de Minas Jaime Roldán, propietario del reconocido establecimiento R Computadores, una empresa de la que hubo un tiempo en la que se decía que “si no lo consigue en R Computadores, no lo consigue en ninguna parte”. 

Durante su estadía en la Pennsilvana State University de Estados Unidos, entre 1977 y 1980 —donde trabajó como monitor del Computer Center— se dio cuenta de la importancia de los computadores en el mundo, pero también de que en Medellín el atraso tecnológico era abismal y más en un tiempo que no había ingenieros informáticos. 

“Para una investigación yo tenía que resolver 4.000 ecuaciones con 4.000 incógnitas. Eso en el computador de allá se demoraba 15 segundos, pero acá en Medellín, en el computador más ‘avanzado’ que era el de Suramericana se demoraba 20 minutos. Ahí uno decía: ‘¡estamos fregaos!’”, recuerda Roldán.  

Tras su regreso al país, el empresario organizó su compañía y se dedicó a la importación de tecnología con todo lo que ello implicaba, pues sintió que con las herramientas correctas en Medellín se podían hacer grandes cosas.  

“En 1984 fuimos de los primeros en traer el programa de dibujo técnico Autocad. Pero no solo lo trajimos, sino que creamos una escuela para enseñarles a ingenieros y arquitectos como usarlo. Igual hicimos con Word, y así fuimos progresando. Siempre traíamos cosas que veíamos que eran usadas ampliamente en las universidades y las industrias de afuera, pero que acá ni se conocían. De hecho, como nos pasó con una máquina de Plotter, la gente nos pedía permiso para ver cómo funcionaba”, añadió. 

Por fortuna, gracias al incidente de IBM y la apertura del código abierto de sus “personal computers”, la aparición de las “máquinas clones” ayudaron a abaratar los costos en todo el mundo, ayudando a que en Medellín se impulsara más la tecnología.  

Jaime Roldán Herrera es Ingeniero Civil, también de la Facultad de Minas. Estudió su magíster en la Pennsilvana State University de Estados Unidos entre 1977 y 1980. Tras volver al país se dedicó de lleno a traer tecnología a Medellín. 

«El presidente Belisario prohibió en los ochenta la importación de computadores, algo que hoy suena ridículo».

Jaime Roldán.

“Uno acá podía vender los computadores al valor que quisiera, porque eran escasísimos y eso retrasó mucho las cosas. Pero luego de lo de IBM ya traíamos equipos de marca Cromemco, de Texas Instruments y de Compaq. Tratábamos de mantener muy buena calidad, atendiendo a personas y empresas con los costos que eso acarreaba y más si se tiene en cuenta que el presidente Belisario prohibió en los ochenta la importación de computadores, algo que hoy suena ridículo”, narró. 

Roldán dice que la gente iba entendiendo el potencial de un computador donde se podía escribir, hacer cálculos con la herramienta Lotus e incluso dibujar. Lo mismo pasó en las empresas donde también descubrieron que desde el punto de vista contable y administrativo esos curiosos televisores montados en máquinas de escribir eran unas herramientas tenaces. Y nadie notó eso más que EPM, la joya de la corona del empresariado antioqueño. 

Transformación de EPM 

Mauricio Arias Toro fue el director de Informática Corporativa de EPM y uno de los encargados de que en esta empresa se pasara en 1991 de 35 computadores Burroughs y Unisys —conectados a tan solo siete redes locales— a 6.000 máquinas IBM Nevtista en 2001. 

Según Arias, desde 1986 se comenzó en EPM con los primeros estudios de planeación, porque era evidente que la gestión de la información, su procesamiento, transmisión y almacenamiento (principalmente condensada en equipos Mainframe) estaban dispersos y limitados. Por ello se decidió aplicar planeación informática, independiente del alto costo que esta podría tener.  

Estos esfuerzos derivaron en el Plan Maestro de Informática, semilla de lo que hoy es el núcleo de la automatización de las operaciones de EPM y que actualmente se apoya en inteligencia artificial. 

Mauricio Arias Toro, exdirectivo de EPM, en una reunión con el fundador de Microsoft Bill Gates. 
COBOL fue uno de los lenguajes más antiguos, activo desde 1960.

“Se hizo un trabajo de consultores nacionales y extranjeros en el que también participó la academia local y el mismo grupo interno de EPM, que programaba en Cobol y en Fortran. Necesitábamos que esto se diera sin la interrupción de las operaciones normales de la empresa. Para 1989 se formuló este Plan Maestro de Informática que dio cobertura, alcance e integralidad a la gestión de datos electrónica y más cuando estaban entrando grandes proyectos como la Ptar del río Medellín y Riogrande 2”, cuenta Arias. 

Los arduos ejercicios realizados por Arias y su equipo en EPM también permitieron crear el Sistema de Información Geográfica Sigma, que incluyó la ubicación, descripción y gestión de todas las redes, plantas y activos de EPM. 

“Sigma se demoró una década para desarrollarse y fue esencial no solo para la planeación en presente, sino también a futuro de la expansión de la ciudad, pues facilitaba mucho el manejo de la información geoespacial. Hoy eso es muy común con Waze o mapas digitales, ¿pero eso en esa época? ¡Era toda una novedad!”, dice el ingeniero. 

Conectados al mundo con 64 kbps 

A la par del desarrollo computacional, en la ciudad se cocinaba la llegada del internet, hecho que se consolidó el 31 de mayo de 1994 desde una red que abarcaba algunas universidades del país como Los Andes y la Universidad del Valle, y que en Medellín tuvo su nodo en Eafit. 

El profesor Jaime Tabares de la Nacional, junto al académico Antonio Restrepo Zea de Eafit fueron algunos de esos artífices. “Como subdirector de Colciencas me encargaron el proyecto de traer el internet a Colombia, entonces eso lo empezamos a trabajar en 1993 en un viaje a la National Science Foundation”, dice Tabares. 

Desde el inicio se decidió trabajar en el proyecto con las universidades, las cuales ya se interconectaban por redes de la extinta Telecom a 2.9 bps. Para ello se creó la Corporación Interred. 

“EAFIT, siendo el operador de este centro regional, gozó del privilegio de contar con una conexión directa y local a la red Cetcol, permitiendo así ofrecer los servicios de Internet a toda la comunidad universitaria con muy bajo retardo y con gran capacidad de transmisión de datos”, recuerda el profesor Restrepo. 

100

Usuarios conectados a Internet registraba la ciudad en 1996.

64 kbps

Era la velocidad de conexión con la que los proveedores locales suplían el servicio.

Pese las buenas intenciones de la academia, la parsimonia y los altos costos del sector público en la prestación del servicio ralentizaron la expansión de la red de redes. De hecho, según la prensa de la época, en 1996 apenas había conectados 100 usuarios en Medellín. 

Por ello, nuevamente los privados con visión pública fueron los encargados de impulsar el uso de la red en la ciudad. Ahí jugaron un papel fundamental el señor Roldán con la compañía Interplanet y Federico Santamaría, sobrino del empresario, con la empresa Supernet en 1996. 

“Cuando encontré el internet en Estados Unidos ¡noté que eso iba a cambiar todo! Por eso traté de buscar la forma de llevar internet a Medellín y Colombia. Finalmente logramos poner el primer proveedor del servicio usando un canal de fibra óptica que iba de Medellín a Miami a 64 kpbs y que nos valía 5.000 dólares mensuales. ¡Eso era una verraquera! Pero la gente en ese tiempo no entendía aún el poder de la información inmediata. Pero luego sí lo entendieron”, dice Roldán. 

Aunque por los altos costos, el servicio se demoró mucho en despegar (de hecho, se ofrecía un servicio de 20 horas mensuales), posteriormente las velocidades fueron mejorando. Luego vinieron los canales satelitales y luego el surgimiento de EPM como proveedor, así como su transformación en TigoUne, consolidando el monopolio del servicio. 

Desde entonces, ha sido mucha el agua que ha corrido, o más bien muchos megas, gigas y teras de información los que han surcado el valle en un crecimiento exponencial. También han sido muchos los audaces que han propuesto “locuras” y que han forjado el camino para que la ciudad sea hoy la sede para América Latina de la cuarta revolución industrial. 

Consejos:  


Mauricio Arias

Aconsejó a los jóvenes que están interesados en tecnología que aprovechen para estudiar ya que en este momento el conocimiento está disponible. “También, que ellos con su capacidad y con su ánimo, identifiquen las necesidades y las suplan con sus conocimientos. Que no esperen que sea las empresas lo que les digan que tienen que hacer”.
 


Jaime Tabares

Señaló que la academia de la ciudad está a la altura de la de los países más avanzados, lo que ha hecho que los jóvenes egresados sean empleados por las grandes compañías. Tabares expresó su temor de que, como hoy en día es más fácil aprender a “echar código”, “y ya mucho joven no entra a la universidad olvidando de formarse como ciudadano”. 


Jaime Roldán

Observa que los programadores y gomosos de la tecnología de Medellín se van del país porque acá la industria no tiene como pagar lo que cobran y merecen. “Nos vamos a quedar sin capital intelectual y desde el punto de vista país eso es gravísimo”, dijo. 

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