48 horas para descubrir a una comunidad de gamers

En el Global Game Jam (GGJ), que tuvo lugar la primera semana de febrero de 2023, se reunieron jóvenes programadores, diseñadores, músicos y escritores en diferentes ciudades del mundo para crear un videojuego en 48 horas. Aquí les cuento, a modo de diario, cómo se vivieron estos días en Medellín, en un intento de entender a esta comunidad creadora y apasionada por los videojuegos que sigue siendo muy lejana para algunas personas, incluidos muchos padres que todavía creen que sus hijos solo juegan con “muñequitos”.

Viernes, 3 de febrero: comienza el jam 

A las 4:00 de la tarde entro al coliseo de la UPB, en todo el lugar hay mesas donde los jóvenes participantes han comenzado a poner sus computadores, torres, instrumentos, tabletas y herramientas tecnológicas necesarias para diseñar un videojuego. A quien llega sin equipos, Frecuencia Gamer, uno de los colectivos de voluntarios que estaba a cargo del evento en Medellín, se lo consigue. 

El objetivo: crear de forma inmersiva un videojuego en 48 horas. Para esto se van creando los equipos con estudiantes de ingeniería de diseño, programadores, músicos, escritores y artistas, roles necesarios para este proceso creativo. 

Algunos han venido desde años anteriores, llevan camisetas de ediciones de 2020 o incluso 2019, antes de la pandemia, y dicen que por nada del mundo se pierden la oportunidad de participar. Otros llegan al GGJ por primera vez, como Juan Sebastián, de 16 años, quien dice tener muchas expectativas del espacio, que se siente nervioso y que espera no dormir en los dos días que dura el reto.  

Se ven rostros de diferentes edades, desde Jerónimo, de 12 años, quien está modelando y haciendo la narrativa de uno de los equipos, Antonella, de 21 años, quien llega a participar como game tester (encargada de probar las funcionalidades del juego), hasta Daniel, de 32 años, que está diseñando solo y que ya trabaja para una empresa reconocida de la ciudad.  

Llegan equipos que se reunieron desde antes, pero también llegan personas que se ofrecen como artistas o programadores esperando formar un equipo, no demoran mucho en organizar sus mesas. 

Entre las filas de mesas, de hasta cinco u ocho personas, se ven pocas mujeres, pero las hay. Según Lina, una de las chicas que hace parte del equipo de Frecuencia Gamer, el número de mujeres que participan en estos espacios cada vez crece más, aunque siguen siendo minoría.  

Se nota la diferencia entre algunos equipos y sus herramientas tecnológicas. Se ven mesas con computadores “sencillos” y otros que parecen máquinas de colores con un estilo cyberpunk. Y es que algunos trabajan con “las uñas”, pero otros llegan patrocinados por empresas; algunos, aunque apenas son estudiantes, ya trabajan y han logrado comprarse sus torres y pantallas. 

Al encontrarme con esta escena de jóvenes apasionados por el código y las estéticas que van creando en los videojuegos, comienzo a preguntarme: ¿Qué tiene de particular esta comunidad? 

Una comunidad con “amor por los videojuegos” 

Cortesía: Frecuencia Gamer

Cómo los skaters, raperos, artistas o activistas juveniles, esta “tribu juvenil” tiene unas dinámicas muy específicas que la hacen una comunidad. La mayoría son desarrolladores, están estudiando una técnica o pregrado relacionado con la programación o el diseño, o si todavía están en el colegio, han aprendido por puro gusto con videos de YouTube.  

Los gamers suelen jugar varias horas al día o a la semana; de hecho, es lo primero que le dicen a una persona que se quiere acercar a los videojuegos: “Si usted quiere saber más de este mundo, tiene que comenzar a jugar, no hay de otra”. Y está dedicación se notó, mientras esperaban a los demás integrantes del equipo, o durante la jornada, ya que jugaban en sus celulares, computadores o con sus gafas de realidad virtual. 

Así que si hay una característica que sea principal de esta comunidad es que sienten muchísimo interés por el mundo de los videojuegos: el código, los procesos de creación, los gráficos, las tendencias o las narrativas. 

Uno de estos chicos, que llegó con su equipo al GGJ, es Santiago Lara, de 20 años, estudia Ingeniería de Diseño de Entretenimiento Digital o “ingeniería de jueguitos”, como él la llama.  Dice que “el amor comienza desde pequeños, desde que ve uno un juego con el que se casa y lo ve avanzar, se engancha. Ese juego lo acompaña a uno toda la vida, uno ve que avanza, lo busca, lo ve, lo compra y hasta lo piratea”.  

De hecho, durante la jornada sacó un rato para jugar HALO, como el resto de campistas que en el evento jugaron por lo menos dos o tres horas.  

Claro, también es común que entren a este mundo personas que no han jugado más de lo clásico: Mario Bros, Pacman, etc… Estos también están allí y tienen conversaciones sobre series, música, películas o gráficas de videojuegos. No toda persona que está en la comunidad, juega cada semana. 

Sábado, 4 de febrero: avanzaban las horas en la inmersión de creación 

A las 10:00 de la noche del viernes ninguna persona puede salir del coliseo, por lo que cada grupo se concentra cada vez más en sus procesos de creación.  

Con todo, es en la madrugada del sábado que el espacio comienza a tener otra energía. Con el frío de la media noche, todos están trabajando, se escucha música, pero es tan baja, que para escuchar tienes que acercarte a cada mesa para saber qué está sonando. Se escuchan canciones de Feid, Metallica, J. Balvin y hasta música de diciembre. 

A las 1:00 a.m. se apagan las luces. Se escucha un murmullo con sorpresa. No se avisó que apagaban las luces. En la oscuridad, los participantes se ven encandilados por las pantallas, así que le bajan el brillo y siguen trabajando. Mientras tanto, la fila del café se hace cada vez más larga. 

A las 2:00 a.m. algunos van a acostarse un rato para descansar, tienen colchones inflables a los lados de las mesas, carpas en las esquinas del coliseo o en las gradas. Se van rotando, quienes no descansan se ponen a jugar. Algunos juegan con gafas de realidad virtual o ponen sus juegos en celulares y computadores. A las 3:00 a.m. un grupo decide hacer un torneo de FIFA, hay también un torneo de Warhalla y gente jugando LOL. 

Algunos pocos siguen derecho, no duermen con la intención de trabajar o vivir el momento. A eso de las 8:00 a.m., más participantes llegan al coliseo y se ponen a programar de inmediato, aunque al preguntarles, ya habían comenzado el proceso desde sus casas. 

Una comunidad con “cariño por crear o realizar un proyecto” 

En el GGJ la mayoría de los jóvenes durmieron en promedio de dos a cuatro horas. De hecho, los gamers suelen ser seres nocturnos, disfrutan de jugar en la noche, aunque como en toda comunidad, no son prácticas únicas y cada quien define sus ritmos a partir de sus gustos. 

El amor por los videojuegos no es lo único que caracteriza a esta comunidad. Hay un gran interés por las novedades, el avance de la tecnología y de la industria. Al mismo tiempo, hay una conexión con las narrativas. “Es la historia, la trama, transportarse a otra realidad, lo que enseña… Es el cariño por crear o realizar un proyecto para crear otro mundo posible, un personaje, una historia”, dice Davinson, de 16 años, participante del GGJ y estudiante de Análisis y Desarrollo de Software en el SENA. 

En esta comunidad de creadores, organizarse para construir proyectos, juntarse y compartir sueños, es muy común, como dice Daniel Bustos, de 19 años, “uno sueña con crear un mundo aparte, de esas historias que se viven, crearlas, el sueño es ver con los ojos un juego que uno hizo, sea en una pantalla o en gafas de realidad virtual”. 

Al conversar con personas que han creado empresas de videojuegos referentes de Medellín, hay una historia en común: un grupo de amigos que se reunieron para trascender ese gusto de jugar y comenzar a crear. Es el caso de empresas como Indie Level, Polygonus o Amazing Soul.  

Domingo, 5 de febrero: a 48 horas de crear un videojuego desde cero 

Al mediodía del último día del GGJ, pasadas casi 43 horas de la meta de subir el videojuego a la plataforma, empiezo a ver caras cansadas. En los grupos veo algunos ya sin tarea, libres, al preguntarles por su rol, suelen ser los músicos y diseñadores, quienes han cumplido su labor, dejando en las mesas a los jóvenes que se dedican al código.  

Algunos músicos apoyan a los equipos de otras mesas, otros conversaban en las gradas y otros se reúnen a decidir en grupo los últimos detalles. Los cazatalentos pasan por los equipos y conversan sobre lo que se desarrolló, así que alguna persona del equipo se para de su silla y comienza a contar el proceso de creación, el lenguaje de programación que utilizaron y los detalles más relevantes de sus juegos. 

Pero no todas las mesas van en los mismos ritmos, algunos diseñadores siguen creando nuevos elementos para el juego, mientras los programadores avanzan. Se escucha a una chica decir: “Voy a dormir toda la semana”, todas en la mesa de ríen, ella toma su tinto y sigue tirándole al código. También se escuchan conversaciones cómplices y chistes de películas como Volver al futuro, de computadores viejos o de alguna serie. A pesar de sentirse un ambiente de cansancio, hay lugar para los chistes frikis. 

Una comunidad con disciplina para retarse y aprender solos 

Cortesía: Frecuencia Gamer

Al seguir conversando con los gamers y desarrolladores en el GGJ es común encontrarse con una palabra que se convierte en característica de la comunidad: el autoaprendizaje. Es clave para este grupo de jóvenes, pueden aprender por videos de YouTube, por canales de Discord o por cursos online de páginas gratuitas sobre código. Como Manuel Cortés, de 18 años, quien aprendió a programar en Roblox por puro gusto, buscando información en internet.  

Y es que muchas veces, la chispita se les enciende desde niños. Comienzan a jugar en consolas, pero se sienten tan atrapados por las historias o las mecánicas que buscan información sobre cómo se crean estos mundos que tanto los atrapan. Como dice Davinson: “Uno tiene etapas, hay juegos en los que uno se envicia y busca todo lo que haya de ese juego, cómo está hecho y eso”. 

Desde sus casas, con sus medios o las herramientas que tengan al alcance, comienzan a crear, volviendo a otra característica de la comunidad: la pasión. Uno de los mentores, Óscar Ramirez, mientras asesora a un equipo, dice que “el desarrollo de videojuegos es un tema de pequeñas victorias, cada vez que solucionas algo, quieres seguir”. Esta satisfacción por lograr desarrollar algo está acompañada por la disciplina y la capacidad de buscar información o referentes que permitan ampliar la mirada en los procesos de creación. 

Crear mundos que permiten “desconectarse de la realidad para ir a otra más cómoda”

Siendo las 4:00 de la tarde del domingo, los grupos comienzan a subir sus videojuegos a la plataforma. Se termina la jornada y 43 videojuegos se han creado con la temática “Raíces”. Desde yucas que pelean con papas, chigüiros que avanzan por un mundo muisca, vikingos que buscan venganza, campesinos que se pelean con el diablo para rescatar abuelas, hasta carpetas que luchan con virus. 

Pero estas ingeniosas narrativas también cuentan con una intención muy específica. Como cuenta Daniela, de 20 años: “La intención del juego siempre es generar inmersión en el usuario, cuando se logra eso, el usuario hace parte de la historia. Lo que sufre el protagonista, lo sientes tú, es como vestir otro cuerpo, es desconectarse de la realidad para ir a otra más cómoda”. 

Es así como estos mundos surgen de un gusto por jugar, aprender y crear proyectos. Alguien se conecta desde su casa a un juego en línea o con sus amistades a jugar en consola, se encuentran con una industria que crea desde la tecnología y algunos otros que enseñan por canales de Youtube o Discord. Y luego, se arriesgan a crear con otros, convirtiéndose en una comunidad que, a partir de conectar con tendencias gráficas y narrativas, sueñan con otros mundos posibles.  

Todo esto crea una conexión que despierta emociones, “uno se siente tan atrapado que duele lo que al personaje le duele, y mostrar cosas emotivas, lo ponen a uno emotivo”, dice Santiago Lara, de 20 años, mientras su equipo sube el juego a la plataforma. En el GGJ, en sus casas, en línea o con amigos existe una comunidad que está creciendo desde el código, el arte digital, el diseño y las herramientas que se conecta con el mundo tecnológico.  

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